NUESTROS DESAFIOS GLOBALES PRIORITARIOS
Cambio climático
Agotamiento de los recursos naturales
Contaminación ambiental
Injusticias socio-económicas
Perdida de las identidades culturales

¿Era realmente necesario esperar la crisis socio-económica global de 2008 para que se desplome en un mes el paradigma del carácter ilimitado de los recursos pecuniarios y naturales, además de que sea de repente admitida la crisis ecológica mundial que existe desde hace más de 40 años? Por sus avances tecnológicos y su sistema económico basado en el libre comercio, nuestra sociedad ha frenado numerosos riesgos, pero hizo aparecer otros, generalmente más globales, desestabilizadores e irreversibles. Consumimos ahora en un solo año la cantidad de petróleo que la naturaleza le ha costado 1 millón de años producirlo. Destruimos lo esencial para producir el superfluo, mientras seguimos mirando indiferentemente la convulsión de nuestro mundo con sus guerras, conflictos geopolíticos, inseguridad alimentaría, degradación ambiental, inundaciones, sequías y sus “refugiados “ecológicos” sin preocuparnos de que nos estábamos equivocando.
La crisis ecológica y el desarrollo están estrechamente vinculados, los dos son victimas del carácter ineluctablemente multiplicador del uno sobre el otro. En las sociedades industrializadas, el desarrollo es en exceso y no se encuentra un punto razonable de estabilización. Sus responsabilidades en la crisis son directas. No obstante, en los países del Sur, las riquezas naturales, aún numerosas, son mal manejadas o explotadas en general por parte de los primeros. Se crea un círculo infernal de vulnerabilidad en donde están cada vez mas afectados y se reduce su margen de acción para superar estos desafíos. Subrayamos que la deuda económica de los países del Sur equivale a una deuda ecológica de la que serían acreedores los países del Norte.

Recientemente, los esfuerzos de la comunidad internacional lograron dar reconocer la idea de insostenibilidad del actual desarrollo y de su dinámica norte-sur. La ratificación de centenas de Acuerdos Multilaterales Medioambientales y Convenciones Marco dejo creer que la cuestión ambiental iba a imponerse en la gobernabilidad mundial como contrapeso al monopolio de las reglas del OMC. Sin embargo, por no traer beneficios inmediatos, la protección de la naturaleza no interesa tanto. Además, la soberanía de cada estado sobre la biodiversidad sigue prevaleciendo ante la necesidad de una verdadera acción inter-nacional coordinada y solidaria, a favor de una mayor justicia ambiental y socio-económica. Cuando se pone en juego la “sexta extinción” de la humanidad que ella misma sería principal causante y víctima, ¿quién puede seguir defendiendo este actual desarrollo devastador si ello pone realmente en peligro la vida de sus hijos?

Cambio climático
El cambio climático es un fenómeno natural y normal. Sin embargo, la velocidad de este cambio se incrementa desmedidamente debido a nuestras actividades antropícas. A pesar del Protocolo de Kyoto, seguimos quemando alegremente cantidades de combustibles fósiles (producción de CO2) y deforestando ilegalmente millones de hectáreas de bosques (reducción de la absorción de CO2), lo cual aumenta el “efecto invernadero” de la atmósfera y por ende, el calentamiento global del planeta.

Estamos a solo 3 grados del punto crítico que desestabilizaría radicalmente todos los ciclos bioquímicos y equilibrios asociados. La última vez que la tierra alcanzó esas temperaturas, hace millones de años, se estima que el nivel del mar era unos 25 metros más alto. Ahora y desde ya, los casquetes polares y glaciares se derriten día tras día, dichos derretimientos llegan a ser del tamaño de ciudades enteras. Como consecuencia, entre otras, se reduce el precioso papel del agua salada dentro de la circulación termohalina en la distribución de las corrientes oceánicas y en el intercambio de CO2 entre atmósfera / océanos, inicialmente sumideros. Se desarreglan igualmente los regímenes de precipitaciones y se aumenta la frecuencia, intensidad e impredescibilidad de los aleas climáticos (sequías, huracanes, lluvias torrenciales), cuyos riesgos (incendios, inundaciones o deslizamientos…) son cada vez más extremos... Los países del Sur, en donde los medios de sobrevivencia dependen directamente de los recursos naturales, son los que sufren los peores impactos (por una exposición similar a la de los países industrializados). Nos referimos al circulo vicioso de la vulnerabilidad: “La pobreza vuelve vulnerable al pobre y a su vez lo vuelve de nuevo más pobre”. El territorio y las capacidades se deterioran cada vez más después de un evento climático. Por ejemplo, las manantiales pierden su papel de regulación hídrica, los suelos se erosionan descontroladamente, la sedimentación alcanza niveles "anormales"… Pero, ¿hasta qué punto? Hasta un punto de no retorno según el cual el ecosistema y el ser humano no tendrán mas el tiempo suficiente para recuperarse ante el futuro.

Hoy en día, el consenso científico y político sobre la certeza del problema y la validez del "Principio de precaución" es suficiente para tomar medidas de forma inmediata. Considerando las diferencias de desarrollo, responsabilidad y vulnerabilidad de cada país, Econexiones Unidas incentiva a un tratamiento distinto. Llamamos a los países industrializados a enfocarse sobre la mitigación. Consiste en reducir las fuentes de desregulación de los ciclos de agua, carbono y nitrógeno (esencialmente, relacionadas a las emisiones de Gases de efecto invernadero), sino también a participar en los esfuerzos de adaptación de los países del Sur para reducir su vulnerabilidad. Más allá de la prevención de desastres o de la intervención en caso de emergencia post-evento climático, nuestra prioridad, en los países del Sur, es mejorar sus capacidades de resiliencia frente a los riesgos y anticiparles basándose sobre un manejo racional de los recursos naturales.

Agotamiento de los recursos naturales
Desde la revolución industrial, vivimos una confianza generalizada en la tecnología que nos hace competir desmedidamente en una «carrera hacia el progreso sin fin». Nos hace volvernos más devoradores de energía, hyper-consumistas y depredadores de los recursos naturales. Las ciudades crecen de manera explosiva y demandan cada día más agua, electricidad, combustible, madera, medicina, concreto, conforte y más espacio. Jamás habían sido malgastados o sobre-explotados los acuíferos hídricos, las reservas de hidrocarburos, los bosques o aún, los suelos cultivables con tanta obsesión. La crisis energética y especialmente el drástico descenso del petróleo es un claro ejemplo, ya que se prevé de su agotamiento total en menos de 50 años. Por otro lado, en 100 años, el planeta ha perdido casi la mitad de su superficie forestal y, como señala la FAO, cada segundo se pierde el equivalente de un terreno de fútbol teniendo en cuenta que algunas especies vegetales pueden tardar más de 200 años en volver a crecer. La biodiversidad también está en serio peligro. Al perder sus habitats y zonas de vida debido a la caza y pesca industrial descontrolada, numerosas especies conocen un ritmo de extinción extremamente superior a la tasa normal.

En definitiva, explotar los componentes del planeta superando sus umbrales de regeneración conduce a romper los equilibrios esenciales a la vida. ¿Eso significa que nosotros seres humanos, también, podríamos un día no tener más alimentos proveniente de la tierra? Al cuestionarnos sobre la “Capacidad real” que tiene el planeta para albergar una determinada cantidad de población sin desgastar su capacidad de carga, nos damos cuenta que si fuera posible extender a todos los seres humanos el nivel de consumo de los países desarrollados, sería necesario contar con 3 planetas para atender a la demanda global. En este contexto, ¿tendríamos que parar el crecimiento y sus avances?, como lo preconizaba el Club de Roma, o ¿prohibir el desarrollo de los países del Sur?

Más allá de una respuesta radical, especialmente cuando unos países ni siquiera a penas alcanzan Índices de Desarrollo Humano (IDH) considerados «respetables», Econexiones Unidas destaca la necesidad de adaptar la acción en función de las distintas responsabilidades tenidas. En los países desarrollados, el valor monetario esta devualuando el valor de las materias primas y de la tierra. Se tiene entonces que encontrar una economía que favorezca un aprovechamiento mas racional y eficiente de los recursos, que adopte técnicas y recursos amigables con el medioambiente y que trata de reducir cada vez más esas técnicas que no lo sean. En los países del Sur, la sobrevivencia conduce a un manejo inadecuado de los recursos naturales. Por lo que ahora se requiere una cooperación internacional de primera atención dedicada al fortalecimiento de las capacidades y a la incidencia política para facilitar un desarrollo que sea mejor pensado, es decir, pensado a largo plazo.

Contaminación ambiental
La contaminación no tiene fronteras. Las nubes radioactivas que nos dejaron las catástrofes industriales de Bhopal y Tchernobyl lo confirman. En los tiempos antiguos, todo era natural al 100%. La comida, la ropa, las construcciones vinieron de la naturaleza y cuando se terminaban de usarse, se regresaban de nuevo a la naturaleza. Hoy en día, con la búsqueda de mayores comodidades y tecnologías, asistimos a un nivel de envenenamiento de los componentes de la naturaleza que esta volviéndose insoportable, como un cáncer causado por el ser humano. Hacemos igualmente referencia al estereotipo que ve a la química - y  por extensión a toda la ciencia - responsable de lo “artificial” y peligroso frente a lo “natural” y “saludable”.

Todas las actividades humanas son afectadas. La agricultura altera la composición química de los suelos por el abuso de fertilizantes químicos y pesticidas, altamente tóxicos. Les llamamos “Contaminantes Orgánicos Persistentes" (COP) o “Perturbadores endocrinos” por conducir, entre otro, a la infertilidad, reducción de la diversidad y al aumento de enfermedades parasitarias. Franklin Roosevelt subraya: “Una nación que destruye a su suelo se destruye a ella misma”. También, al rechazar en la atmósfera azufre, sulfuro y oxido de nitrógeno, el sector industrial y los transportes incrementan las lluvias acidas y el “smog” de las áreas urbanas. Dañan a los suelos, al agua y crean alergias, malformaciones y enfermedades respiratorias. Se almacenan de la misma forma en los ecosistemas residuos electrónicos, metales pesados y plásticos que no son biodegradables y que toman millones de años para descomponerse. Una sola batería, por ejemplo, por contener mercurio, puede contaminar 10 millones de moléculas de agua. Y el fenómeno no tiene limites ahora que se proyecta el uso de las nanotecnologías, portadoras de muchas más esperanzas que todas las tecnologías hasta hoy conocidas, pero también de los mayores peligros (su tamaño les permite atravesar la piel, penetrar las células hasta su núcleo…) Alertamos de igual manera sobre el incremento de los "agujeros" de la capa de ozono, debido al uso de aerosoles, de aire condicionado y de refrigerantes que rechazan en la atmósfera fluoroclorocarbonados, cuyo sola molécula es capaz de destruir 100 mil moléculas de ozono! Dejan penetrar mayores radiaciones ultravioletas que provocan cánceres de piel y daños oculares. Por fin, al igual que los océanos, basureros gigantísimos, miles de desechos se están desplazando en órbita con el concurso de satélites que facilitan la difusión de la información planetaria (Internet, telefonía móvil, ensayo militar, meteorología….). Si no se reduce rápidamente esta “Chatarra espacial” no se podrá colocar nada en el espacio, dentro de pocos años.

La dinámica norte-sur de la contaminación es perversa. Los países industriales contribuyen a la mayoría de las contaminaciones pero cuentan con sistemas avanzados de recolección, clasificación de la basura y reciclaje que les permite mitigar el impacto de los desechos en sus propias tierras. Sin embargo, en los países del Sur, 90 % de los desechos son quemados o tirados en la naturaleza sin ningún tratamiento o sistema de saneamiento y, raramente los primeros toman sus responsabilidades respecto a la contaminación que causan a los segundos. Aún más, practican el “Dumping medioambiental” según el cual sus tecnologías / empresas contaminantes se deslocalizan en los países en vías de desarrollo. Por ejemplo, Centroamérica, con sus “Corredores multimodales” construidos en intercambio de créditos otorgados por el Banco Mundial, se ve a arruinar su potencial ecológico y turístico para rembolsar su deuda. Por lo tanto, además de solucionar el fenómeno de contaminación masiva por un mayor manejo de los desechos al Sur y por un consumo más razonable al Norte, promovemos ante todo en base al movimiento ecológico “Contaminador – pagador” el pago ambiental, los mercados de carbono y todas las formas que permiten reestablecer un equilibrio entre el valor del dinero y el valor de la protección de la naturaleza.

Injusticias socio-económicas
El modelo de desarrollo occidental, capitalista, basado en el indivualismo, consumismo y la búsqueda desenfrenada del poder mediante el control de los recursos naturales, ha provocado una desconexión del ser humano con la naturaleza, según la cual lo espiritual se deja invadir por lo material. Esa situación aumenta y alimenta aún más los desequilibrios en las estructuras socio-económicas y ambientales. La esperanza de un crecimiento económico sin fin se ha expandido a través de la llamada “Globalización”, la cual condena cada vez más a los que no tienen las capacidades para competir a escala mundial. Los países en vías de desarrollo son los más conocidos como víctimas del deterioro de los términos de intercambio al encontrar una disminución drástica del valor de sus productos de exportación y de las estrategias de “deslocalización”, por tener legislaciones menos exigentes en cuanto a las condiciones de trabajo y a la protección del medio ambiente.

En este contexto, numerosos son los que experimentan situaciones de explotación y pobreza, mientras el poder económico se queda en manos de unos pocos (el 5% de la población mundial detiene el 80% del PIB mundial). A menudo, esta riqueza se reinvierte en proyectos extremamente dañinos para el futuro de nuestro planeta (megaproyectos de saqueo de los recursos naturales, comercio de armas, drogas, intervención militar, etc.). En realidad, estamos creando un mundo en donde el desarrollo y el liberalismo pierden sus aspectos positivos y en el que cada día se vuelve más vector del incremento de injusticias. Sistemáticamente y desafortunadamente, el enriquecimiento de unos conduce al empobrecimiento de otros.

El problema no sólo radica en las culturas empresariales, sino también en la obsesión por el consumismo (con-su-mísmo) de muchos que se encargan de promoverlas al crear cierta dependencia sobre necesidades innecesarias. Además, se compran productos provenientes de países en donde se generan estas situaciones de explotación y pobreza. Generalmente en ellos, son los mismos gobernantes los que aceptan e incrementan estas culturas empresariales de injusticia y desigualdad. Lastimosamente famosas son sus prácticas de corrupción las que alteran y desnaturalizan cada día mas las bases de los sistemas económicos y financieros mundiales. Recordamos que todos los seres humanos son iguales en dignidad y derecho. Por lo cual, llamamos especialmente a los gobernantes del mundo y los empresariales, para que reconsideren sus actitudes tomando en cuenta los limites de la riqueza y del desarrollo con la meta de no privar a nadie del derecho a los bienes elementales (aire libre de contaminación, agua y alimentos), primeras condiciones de la supervivencia humana.
Perdida de las identidades culturales
El desarrollo se refiere al florecimiento y bienestar de una sociedad en la que la cultura es una de sus dimensiones más esenciales. Al preocuparnos por la pérdida de la biodiversidad, no podemos ignorar el empobrecimiento de la diversidad cultural (o etnodiversidad) que influye nuestra humanidad contemporánea. Inicialmente, fue el aislamiento geográfico que creó la diversidad, pero hoy en día, con el fenómeno de globalización, nos hemos dado cuenta y seguimos asistiendo a más acercamiento y mestizaje cultural. Por ejemplo, los mismos restaurantes chinos, mexicanos o de comida rápida se encuentran en todos los países. Ahora la cultura no tiene más distinción geográfica, pues la supuesta evolución nos condena a una mayor homogenización.

En la mayoría de los casos, la mezcla cotidiana de culturas diferentes se traduce por la hegemonía de una de aquellas y la destrucción de otras. La falta de respeto, la intolerancia o la ambición por el poder generan una complicada red de relaciones desiguales dentro del mismo sistema cultural. Bajo el nombre de globalización, se expresan particularismos triunfantes que representan un auténtico peligro, al considerar los productos culturales únicamente como mercancía. Además, cabe lamentar que muchas comunidades campesinas y pueblos autóctonos, quienes son poseedores de una cultura profundamente vinculada con su ambiente, están desapareciendo, condenados a abandonar sus tierras, a causa de la degradación ambiental en general. En este caso, se vuelven refugiados ambientales, lo cual acelera aún más la pérdida de su identidad.

La defensa y promoción de las identidades culturales tampoco significa aceptar que todo sea posible. Los derechos humanos no pertenecen a la cultura occidental sino que representan la batalla contra las tradiciones opresivas presentes en muchas culturas. Lleva a algunos individuos a exaltar "Lo propio" como lo único bueno,y se mira a los demás como inferiores. Nos referimos a minoridades que enfrentan de manera muy extrema el racismo, los genocidios, los rechazos a religiones diferentes. Asimismo, en nombre de la diversidad cultural, no podemos seguir aceptando prácticas ancestrales como la charia o la excisión de la mujer.

Este deseo tan legítimo, de conservar el entorno natural, lo queremos extender también al entorno humano. Además, estamos todavía a tiempo para pasar de una multiculturalidad a la interculturalidad. Nos inspiramos del nuevo instrumento jurídico internacional de la UNESCO que propone “Reafirmar los vínculos que unen cultura, desarrollo y diálogo”. Con el fin, de "Proteger y promover la diversidad de las expresiones culturales", y "Crear las condiciones para que las culturas puedan prosperar y mantener interacciones libremente, de forma mutuamente provechosa”.